Me gusta pensar que “era” común que los padres, madres y docentes se enfocaran en los resultados de los niños en la escuela, y es en tiempos como estos veo surgir con más fuerza la importancia de la inteligencia emocional.
La educación emocional desde la infancia permite que los niños sean capaces de contar con herramientas que les permitan identificar y manejar sus emociones de una manera asertiva para resolver las dificultades en su día a día. Está habilidad de autoconocimiento favorece que los niños reconozcan en el otro las emociones y fomenta el desarrollo de empatía, entendimiento y respeto ante su entorno y el de los demás.
Y esto ¿por qué es importante? Diversos estudios concuerdan en que el desarrollo de la inteligencia emocional está asociada a mejor rendimiento académico, habilidades comunicativas, resilencia y salud mental.
Los adultos tenemos un rol activo en formar futuras generaciones que sean inteligentes a nivel emocional y lo mejor de todo es que este proceso se puede guiar desde la cotidianidad del ambiente en el que se desenvuelva el niño. ¿Cómo hacerlo? Te comparto estos tips:
- Identifica las emociones: “bien” y “mal” no son emociones, pongámosle nombre a lo que sentimos (miedo, tristeza, enojo, felicidad…).
- Moldea el manejo de las situaciones: utilizá un ejemplo que haya ocurrido para abordar una manera asertiva de manejarlo (“en vez de gritarle a tu hermano para que se moviera ¿qué podrías haber hecho?”).
- Tolerancia al error: los errores son maneras de aprendizaje, alentar a aprender de ellos en vez de tenerles miedo les da a los niños una visión de aprendizaje sin temor y por ello son más seguros a la hora de tomar decisiones.
Los niños también está pasando por un proceso de adaptación y a veces no comprenden del todo por qué su vida cambió, entonces, ¿por qué no aprovechar el tiempo en casa para brindar herramientas que permitan a los niños ser emocionalmente inteligentes en su futuro?